Pensamiento dualista: Un sesgo que nos divide

A lo largo de la historia de los Homo sapiens, hemos tenido la tendencia a clasificar todo y establecer dicotomías que nos facilitan la comprensión y posturas hacia temas complejos.

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Gustavo Guillén

9/11/20225 min read

Desde la dicotomía del bien y el mal por parte de la moral, pasando por el dualismo cuerpo/mente de René Descartes o los liberales vs conservadores en la política; ni siquiera la ciencia se salva de las dicotomías, con ejemplos clásicos -por no decir anticuados- como el Neodarwinismo vs el Neolamarckismo en la biología evolutiva, o el dualismo biología vs cultura.

A su vez, el ejercicio de la razón y la acumulación de evidencia nos ha dado luz para darnos cuenta que, las dicotomías tienden a relacionarse de una manera más compleja e íntima de que lo que sus respectivos seguidores quisieran reconocer. El avance en campos de conocimiento que van desde la filosofía hasta las neurociencias, nos ha ayudado a comprender que las dicotomías en varias ocasiones, son solo lobbies académicos e ideológicos reforzados por una perspectiva subjetiva que se esfuerza por parecer objetiva. A lo anterior se le llama pensamiento dualista. Este proceso mental simplifica nuestra realidad descomponiéndola en dos categorías: la que es “correcta” según nosotros, y la que eligen quienes están equivocados.

Por supuesto que el pensamiento dualista es un sesgo cognitivo, que no solo nos predispone a generar falsos dilemas -reduciendo las posibilidades únicamente a 2, completamente opuestas- sino que también, tiende a combinarse con otros sesgos -como el de confirmación y el de punto ciego, por mencionar algunos- para dar pie a uno de los peores males de la humanidad: el fanatismo.

¿Por qué clasificamos todo?

A nuestro cerebro le resulta más rápido y sencillo -lo que implica menor consumo de recursos- brindar respuestas dicotómicas basadas en un análisis inconsciente de la información disponible en nuestros bancos neuronales de memorias (facilidad cognitiva). Esto es un problema en nuestra sociedad contemporánea, debido a su complejidad y múltiples variables que no podemos controlar ni predecir, pero hace 200,000 años tomar decisiones rápidas podía hacer la diferencia entre vivir y morir.

Pensemos esto: Eres un homínido explorando una selva en el paleolítico. Intentas mantenerte cerca de tu grupo, pero la vegetación es densa; en un instante te das cuenta que estás frente a un gran felino que está a punto de atacarte. En fracción de microsegundos, su intimidante figura ha sido transferida por tus nervios ópticos en forma de impulsos electroquímicos que llegan hasta tu lóbulo occipital -en la nuca- para procesar que estás a punto de ser devorado. Se activa la amígdala junto al eje neuroendocrino hipotálamo-hipófisis-adrenal que dispara cócteles químicos de glucocorticoides y catecolaminas que activan nuestra dicotomía de vida: Luchar o huir. Antes de que tu amígdala termine de ordenar a la corteza prefrontal que huyas a toda velocidad o que te prepares para pelear, tu cuerpo ya se ha inundado de adrenalina y cortisol, tus músculos están hinchados por la sangre que el óxido nítrico permitió ingresar, los niveles de azúcar en sangre a tope, listos brindar un pico de energía química de ATP. Tus pupilas ya están dilatadas para que percibas mejor las cosas y tengas más probabilidades de sobrevivir.

El tomar decisiones rápidas y lo más precisas posibles, fue junto con la capacidad de aprender y generar patrones y asociaciones, elementos claves en el desarrollo de nuestro intelecto: nuestra arma más eficaz como especie. En pocas palabras: El pensamiento dualista nos dice si hacemos una u otra cosa. ¡Hazlo o no lo hagas!

El cerebro evoluciona, ¿por qué no ha cambiado eso?

La función más importante del cerebro es mantenerte vivo, no tener siempre la razón. Así que mientras otras especies podían trepar árboles, contar con grandes músculos, colmillos y garras, alas, veneno o cualquier otra estrategia de supervivencia, los Homínidos desarrollamos más nuestro intelecto, que vino junto a un incremento en nuestro desarrollo cerebral a niveles, sobre todo, corticales y frontales. La evolución no funciona buscando la perfección, sino evitando la muerte de los que se adaptan mediante la eliminación de los que no. No es algo que se elige ni que se controla, por lo que únicamente cuando este rasgo provoque la disminución en una proporción considerable en la población humana, será cuando desaparezca con el paso del tiempo, por pura selección natural.

No obstante, esta cualidad, aunque pueda resultar limitada en contextos muy complejos, forma parte de nuestra manera de aprender: el establecimiento de patrones para encontrar diferencias y semejanzas. Esto es más evidente cuando somos niños: Aprendemos que existe mamá y papá, lo bueno y malo, blanco y negro, niños y niñas; las dicotomías están muy presentes en nuestras vidas. Nos resulta muy fácil reír y socializar, nuestro sistema de recompensa cerebral produce mucha más dopamina que lo hace posible. A medida que nos volvemos adultos, esa dopamina va produciéndose en menores cantidades. No solo tendemos estadísticamente a reír menos, sino también a ser menos sociales que cuando éramos jóvenes. La experiencia nos vuelve más selectivos, y también más prejuiciosos. Las viejas creencias terminan de arraigarse a nuestra corteza prefrontal, y pensamos más en la dicotomía nosotros vs ellos, afianzando empatía con quienes encontramos más vínculos emocionales resultado de la convivencia y de nuestras semejanzas en valores y creencias, mientras generamos apatía con quienes nos resultan contrarios a nosotros: individuos de pocos valores y escasa inteligencia, víctimas de su propia ignorancia e infortunio.

Es más fácil distinguir entre blanco y negro, que entre tonos grises.

El pensamiento dualista está tan incrustado en nuestra humanidad, que se expresa en diferentes panoramas y modalidades. Si bien, lo anterior no lo justifica, nos ayuda a comprender que el establecimiento de dicotomías puede limitar nuestra perspectiva y orillarnos a cometer juicios equivocados. Esto es sabido desde los antiguos filósofos griegos. El desarrollo de la lógica y la dialéctica permitieron generar herramientas mentales para evitar este pensamiento reduccionista que genera falacias, aunque este ejercicio intelectual es menos intuitivo que la manera de formar juicios más viscerales y comunes. Los psicólogos los analizan con más detalle y les llaman sesgos cognitivos. Los filósofos de la mente los conocen como heurísticas a estos atajos mentales que derivan en dualismos. No importa mucho el nombre con el que los conozcas, pues al final, todos son resultados de un cerebro que ahorra energía tomando decisiones rápidas y aproximadas para evitar la fatiga cognitiva ante decisiones que considere más importantes.

¿Cómo se evita el pensamiento dualista?

Todo lo anterior no debe ser entendido como mensaje de: Estamos biológicamente predispuestos a pensar erradamente. Al contrario, el tener consciencia de estas tendencias inconscientes a las que todos estamos expuestos independientemente de nuestro nivel académico o creencias personales, nos puede brindar un nivel de incertidumbre menor, al irónicamente, ser consciente de nuestras limitaciones e ignorancia. No te cases con una idea, explórala lo suficiente como para analizar sus debilidades y fortalezas, y contrástala con las ideas de otros. En ocasiones terminarás cambiando de opinión, y en otras, la reforzarás comprendiéndola a un grado más profundo. Necesitamos ejercitar la posibilidad de estar equivocados, necesitamos ser honestos y reconocer que no siempre sabemos tanto como pensamos. Necesitamos escuchar a otros y contrastar de manera honesta e imparcial sus puntos a favor y en contra. Y sobre todo, necesitamos comprender que no siempre hay solo 2 posibilidades, y que el hecho de que yo tenga la razón, no necesariamente significa que tú estás equivocado.

Cuéntame qué piensas tú, apreciado lector. ¿Cómo combates al cómodo pensamiento dualista?

Para saber más:

Sapolsky, R. M. (2017). Behave: the biology of humans at our best and worst. New York, New York: Penguin Press.

Boschi, H. (2018). Why we do what we do: Understanding our brain to get the best out of ourselves and others.

https://psicologiaymente.com/psicologia/pensamiento-dualista

https://www.youtube.com/watch?v=fp35Zhbv83M&t=149s&ab_channel=CuriosaMente

https://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S1726-569X2020000100107&script=sci_arttext

https://borisnada.wordpress.com/2021/09/04/dualistas-innatos/