¿Por qué este proyecto se llama "La Célula de Purkinje"?

Es una larga y no sé si interesante historia.

Gustavo Guillén

7/8/20220 min read

Era por allá del 2009 y yo me encontraba estudiando mi licenciatura en Biología en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, en el IPN. Cabello largo, un rostro delgado completamente lampiño y un estilo de vestimenta que imitaba sutilmente al músico Trent Reznor durante los años 90s. Mientras mirábamos por la lente de aumento unos tejidos en la clase de histología animal, platicaba con un amigo sobre el nombre que llevaría nuestra banda de rock, solíamos sugerir a modo de broma el ponerle nombre de conceptos científicos y particularmente biológicos que nos resultaran interesantes; Desde Entropía, pasando por Metástasis y Apoptosis pasaron como sugerencias entre risas, pero después de una breve búsqueda en internet en casa, me daba cuenta que esas bandas ya existían, aunque no fueran famosas.

Fue en una de esas charlas que nos hablaron sobre las neuronas de Purkinje, uno de los tipos celulares más grandes del cerebro, relacionadas a los movimientos precisos, ubicadas en el cerebelo. El nombre llamó mi atención sobre todo porque me sonaba extraño, así que sugerí ese nombre para la banda, a lo que mi amigo asentó mientras reíamos. Solo que esa vez fue más que una simple broma, pues comencé a pensar que la palabra Purkinje tenía algo que me hacía pensar en el Punk, un estilo musical que frecuentaba en ese tiempo, así como que me sonaba a Pork (cerdo en inglés), y después de hacer un par de bocetos sobre "el nombre de nuestra banda" me di cuenta que podía escribir un juego de palabras en inglés a partir de un par de modificaciones, quedando como Porkinghead, que traducido sería Pork (cerdo)-king (rey)-head (cabeza), "la cabeza del cerdo rey" me recordaba al concepto de Pink Floyd en su disco "Animals" donde retratan a los políticos como cerdos. Eso era, la combinación ideológica que quería para nuestra banda: Un concepto biológico mezclado con rock y un toque anarquista.

Más allá del nombre de la banda, no hicimos mucho por un buen rato. La escuela no nos dejaba mucho tiempo libre, luego el asunto de las reuniones sociales, y esas cosas en las que te haces especialista durante la universidad, poco a poco dejamos de ensayar. Además, yo comencé a experimentar con la divulgación científica.

Fue en el Instituto de la Juventud de la Ciudad de México, donde trabajaba un compañero que me invitó a solicitar una beca; con mi pinta desaliñada de botas largas, jeans rotos y camisetas negras sin mangas no dudaron en integrarme en un programa para "jóvenes en situación de riesgo". Yo quería clases de canto o de música, pero me dijeron que si quería el dinero, necesitaba hacer servicio comunitario. -Bien, prefiero el dinero - pensé, y revisé las opciones que tenía disponibles. Fue el proyecto llamado "La ciencia en las calles" el que llamó mi atención, un programa de divulgación de la ciencia mediante exposiciones con maquetas didácticas y otros recursos educativos que se presentaban temporalmente en lugares como escuelas, plazas públicas, el parque ecológico de Xochimilco, y el museo de historia natural.

Yo aún era muy torpe para expresarme ante el público, y me ponía nervioso si veía demasiada gente, así que aprendía de los más experimentados. Poco a poco, comencé a ganar confianza y a desenvolverme, hasta que me di cuenta que eso me gustaba más de lo que yo creí que me gustaría. Pero entre que leía el origen de las especies de Charles Darwin y las puertas de la percepción de Aldous Huxley, la música alta, la cerveza fría y algunos alcaloides, no pasó mucho tiempo para que mi vida personal comenzara a experimentar algunos cambios de perspectiva que, mediante la generación de brechas, aterrizaría en un episodio clásico de drama adolescente, que me desanimó de continuar tanto en la música, como en la divulgación de la ciencia.

Decidí alejarme un poco de todo. Fue entonces cuando comencé a pintar al óleo, practicar muy brevemente la fotografía urbana amateur y a acercarme a la filosofía, pues me gustaba complementar la prosa y la poesía que escribía en ese entonces. Comencé con el Marqués de Sade, de quien rápidamente me hice admirador, mientras leía todos los libros de su autoría que pudiera encontrar en los diferentes puestos ambulantes de libros del centro histórico de la ciudad de México. La teoría del conocimiento del filósofo Johannes Hessen y el Anticristo de Nietschze, comenzaron a influenciar mi modo de escribir, siendo una frase de este último lo que me hizo reflexionar sobre mis escritos, mientras leía "Así habló Zaratustra" en una contundente sentencia que declamaba: -"Los poetas enturbian sus propias aguas para hacerlas parecer más profundas de lo que son"-. Eso fue como una bofetada de guante blanco que me dejó pensando un buen rato, mientras reflexionaba sobre lo que yo escribía, que creía que era profundo.

Pasó el tiempo y terminé la carrera, y como no tenía experiencia laboral, me enfrenté al desempleo. Hasta que comencé a buscar trabajo de lo único que había hecho antes: enseñar ciencia.

Cambié mi larga cabellera por un peinado que rondaba entre niño de primaria y rockabilly, reemplacé mis botas largas por botines casuales y los sacos comenzaron a ser parte de mi guardarropa habitual. Comencé a trabajar como docente en una escuela remedial, dando cursos de biología y química a estudiantes de secundaria. Me gustaba enseñar, pero un salario miserable y demasiados requisitos arbitrarios, me hicieron preguntarme si eso era todo; trabajar para poder pagar el precio de subsistir y repetir el ciclo hasta morir. No sonaba alentador. Decidí contactar a mis amigos y convencerlos de retomar Porkinghead, así que pronto comenzamos a componer nuestras propias canciones. Yo escribía desde los 16 años, y para mis entonces 23, había aprendido de mis errores, así que creo que ya no lo hacía tan mal. Compuse algunas letras desde la perspectiva de un sociópata ficticio que se autodenominaba como "Pigface" un insulto que recibía de niño, quien ocultaba su labio leporino con una máscara al estilo de Hannibal Lecter, pero con nariz de cerdo. Era un concepto interesante, y comenzamos a montar las letras en la música que tocábamos. Teníamos un excelente bajista y arreglista, un baterista muy versátil, y un guitarrista despistado, pero que siempre fue mi compinche en todas mis estupideces durante la carrera, y con quien fundamos la banda durante esa clase de histología animal. Yo tocaba el teclado e intentaba cantar, y no era buen vocalista. Pero perseverar se me da bien, y fui descubriendo mi estilo vocal mientras ganaba más confianza ante el micrófono. Sobre mis letras... hablaré en otro momento. Yo era el único que escribía en la banda, y siempre tuve la tendencia a mezclar críticas sociales con con metáforas y un toque de psicología, títulos como "Sky of neurons", "Demencia", "Hombre engrane" o "Human show" eran algunos ejemplos que ya mostraba qué clase de biólogo era yo, de esos raros que se sienten especialmente interesados en estudiar a la especie más complicada de la Tierra: los Homo sapiens.

Esa era la esencia ideológica de Porkinghead: la monotonía de la vida contemporánea en una ciudad semi civilizada, sobre animales lampiños que visten de saco. Nuestro canal en youtube nos presentaba con la frase: Intentamos demostrar que a pesar de miles de años de evolución, el ser humano sigue siendo una bestia. Después de componer unas 10 u 11 canciones de post punk con tintes punk rock, tocamos en lugares que iban desde casas de amigos, bares, en la explanada de nuestra escuela en el día del Politécnico del 2014, y en el auditorio del sindicato de los electricistas, sobre insurgentes en un evento en contra de la reforma energética de Peña Nieto, donde estrenamos nuestra canción "Mi patria", un himno sarcástico de patriotismo que se burlaba de la doble moral e hipocresía del mexicano promedio. Estábamos listos para grabar nuestro primer LP. Pero eso nunca pasó.

El trabajo comenzó a mejorar económicamente, y también empezó a reducirnos a hombres engranes. De una constancia musical y creativa, pasamos a ensayos esporádicos que intentaban no olvidar nuestras propias canciones, hasta que eventualmente dejamos de reunirnos. En mi búsqueda de sentido, consideré hacer estudiar la carrera de psicología, que me había llamado la atención a través de una materia optativa que tomé durante la licenciatura llamada Psicosociología de las relaciones humanas. Mirando el plan de estudios de Psicología en la página de la UNAM fue donde vi la maestría en Neurobiología, en el campus Juriquilla, Querétaro. Apliqué para el proceso, pasé el examen de conocimientos, realicé un examen psicométrico, y solo me faltaba la entrevista, el paso final para ser aceptado. Estaba emocionado, y especialmente interesado en trabajar con el control neural de la conducta sexual. Compré mi boleto a Juriquilla, y preparé todo para mi viaje. El lunes en la mañana, sentí la sangre fría cuando abrí los ojos, pues vi a través de mis ventanas cómo se filtraban los rayos del sol. No sé qué sucedió, pero no sonó el despertador, o no lo escuché, así que me quedé dormido. Sin bañarme ni desayunar, salí corriendo y tomé un taxi a la central de autobuses para abordar el primer camión a Juriquilla. Llegué al campus, y corrí hasta el lugar de la cita, pero solo vi a un par de personas que terminaban de recoger sus cosas, el comité se acababa de ir, y mi turno había pasado hacía algunas horas. No había nada por hacer, salvo intentarlo el próximo año, dijo uno de los doctores con una voz calma.

Salí del lugar y caminé hacia la salida del plantel para volver a la ciudad de México con un sentimiento tan amargo de fracaso, que no pude evitar dejar escurrir un par de lágrimas, por la decepción que sentía hacia mí mismo.

Decidí no hablar mucho del tema, aunque todo el que me conocía me preguntaba por el asunto, y yo sentía vergüenza de decir que había quedado fuera por quedarme dormido para mi entrevista. Seguí con mi trabajo de maestro, intentando hacer como si nada hubiera pasado, y a los pocos meses, de camino al trabajo me encontré a un amigo de la licenciatura, quien me contó que estaba haciendo su maestría en Biología de la reproducción animal en la UAM Iztapalapa. Yo no estaba muy interesado en ese campo, pero cuando me dijo que contaban con un área de concentración llamada Neuroendocrinología de la reproducción, decidí aplicar.

Esta vez tenía cierta ventaja, pues la entrevista sería en la misma ciudad donde vivía. Aún así preparé varias alarmas y le dije a mi madre -Así es, aún vivía con mis padres- que si no escuchaba ruido en la mañana, por favor me despertara. Fui aceptado en la maestría, por lo que me mudé de casa de mis padres para estar más cerca de la escuela y el trabajo. Y pese a sus detalles, la disfruté mucho. Hice varias amistades, y una vez más luchaba por mantener un balance en mi vida entre los libros, el laboratorio, mi trabajo, y mi vida social. Pero aún no había tiempo para volver a la divulgación científica, más allá de compartir esporádicamente el contenido de otras páginas de divulgación. Aún no existía la Célula de Purkinje.

Después de 2 años arduos de rentar en algunas de las zonas más baratas -y más peligrosas- de la Ciudad de México, conseguí terminar mi tesis sobre el efecto del plomo vía materna, en receptores para hormonas sexuales en el hipotálamo y amígdala cerebral de la rata macho, así como en su conducta sexual. Finalmente me graduaba, aunque me costó mi trabajo, que por cuestiones de tiempo no pude mantener y terminé cediendo a un amigo mío que conocí en la UAM.

Tuve la fortuna de solo saborear de nuevo el desempleo por unos meses, pues antes de obtener mi título de maestría, me llamó un reclutador de una empresa americana de producción animal para ofrecerme trabajo con cerdos. ¿Cerdos? Pero yo tenía experiencia con ratas, no con cerdos -pensé-. Pero dije que sí, pues no tenía nada mejor en ese momento.

Después de algunos trámites viajé a un pueblo de Oklahoma, donde trabajaba en una granja de cerdos. Así es, el maestro en biología de la reproducción animal, quien un par de meses antes hablaba de receptores cerebrales, hormonas sexuales y circuitos neuronales, estaba limpiando excremento con una pala, castrando cerditos, medicando cerdos y lavando corrales. No era un mal trabajo en sí, y me pagaban mejor que en México, aunque era un sueldo bajo en Estados Unidos. Sin embargo, pese a tener algunos dólares en la cartera, me sentía muy incompleto y desperdiciado. Trabajé solo 3 meses y decidí cambiarme a una empresa en Iowa que me ofrecía un mejor salario, vivienda gratuita y la posibilidad de trabajar con puros americanos, para practicar y mejorar mi inglés; si iba a trabajar en algo que no me gustaba, por lo menos quería que valiera la pena.

Pero la vida me daría una lección de humildad y me haría experimentar el refrán: "Amarás a Dios en tierra ajena" cuando llegué a un pueblo en medio de la carretera donde los únicos que hablaban español eran los dueños de un restaurante mexicano, y yo. Al principio fue interesante y hasta divertido, pero con el paso de los meses, el no poder expresarse en tu lengua materna, ni poder compartir cosas tan básicas de su cultura, hacen algo de mella. Sumado a un trabajo que era el doble de duro de la granja anterior. Un jefe con el que terminé teniendo diferencias, no era de ayuda. Y después de los 5 meses más largos de mi vida, le di las gracias y volví a México con un mejor nivel de inglés, mejor condición física de tanto cargar cerditos y empujar cerdas a los corrales, y un rostro embarnecido con ojeras me reflejaban cansancio y desmotivación.

Una vez en México, con el dinero que ahorré renté un departamento en Veracruz, mientras vivía con mi novia, -quien ahora es mi esposa- que estudiaba su maestría con abejas y probióticos. Le ayudé en algunas ocasiones y aprendí algunos aspectos sobre apicultura, pero en el fondo sabía que no era lo mío, pues extrañaba la docencia.

Después de algunos meses de buscar, conseguí un puesto de tiempo completo en una secundaria privada enseñando química y biología. Me pagaban muy poco, pero yo tenía ahorrado dinero, así que no me preocupaba por eso. Pasaron unos meses y comenzó la pandemia por Covid-19.

Tras la pandemia, comenzaron las clases online. Tenía un poco más de tiempo libre, y no quería limitarme solo a mi trabajo, así que comencé a tomar un "diplomado" online sobre Neuroeducación, en una institución virtual que aún se promociona como instituto científico. Ingrata sorpresa me llevé cuando en dicho curso me fui encontrando al cerebro triuno, los estilos de aprendizajes, y otros neuromitos. Una plataforma mal preparada, sin referencias académicas, con materiales pobres tomados de otros cursos similares, en fin, era una porquería.

Algo bueno saqué de ese diplomado, pero no fue de su contenido, sino la respuesta que le di a su director, quien no era estudiado en neurociencias, sino un coach cualquiera, cuando al terminar el curso este me preguntó: -¿Qué aprendizaje significativo te llevas? y yo le respondí con mi primer video de "La Célula de Purkinje", que elaboré como una respuesta: Desmintiendo algunos neuromitos. Aquel hombre puso a marcha forzada su capacidad de improvisación, saliéndose por la tangente por los errores de su curso con un discurso simplón que ni me contradecía, ni me daba la razón. Se limitó a decir que a veces podíamos olvidar lo complejo y majestuoso que el cerebro podía llegar a ser, y que era admirable la investigación personal que había realizado, deseándome mucho éxito. Le hice la sugerencia de que necesitaba actualizar sus contenidos para hacerlos confiables, pero desconozco si lo haya hecho.

En cuanto al nombre, elegí un nombre compuesto para mi canal inspirándome en otros proyectos de divulgación como "La silla de Hawkins", "la Manzana de Newton", "El mono de Darwin", etc. Yo quería algo referente a neurociencias. ¿Qué mejor palabra que Purkinje? el científico que nombró las neuronas más grandes del cerebro, y el referente de mi antigua banda, así como una referencia a biología general, la célula. Decidí abrir un canal en youtube, así como una página en Facebook optando por un estilo visual que mezcla arte clásico, elementos vintage, y a veces, un toque muy sutil de comedia que puede recordar al dadaísmo de comienzos del siglo XX. Por otro lado, también me gusta agregar pequeñas secuencias de videos que brinden un aire más reflexivo y por momentos filosófico, reflejando un poco, mis influencias literarias.

Con la experiencia que he adquirido en el uso de redes sociales, he llegado a la conclusión que además de mi labor como maestro de ciencias que hoy desempeño en el extranjero, la educación y la cultura científica necesita una mayor presencia en redes sociales. Y específicamente en el campo de la divulgación de las neurociencias, necesita profesionistas serios que combatan la desinformación -que abunda en redes sociales y otros medios de información- desde una perspectiva científica basada en evidencia. Si bien, ha sido un camino laborioso y lleno de altibajos, pues es algo que hago de forma gratuita paralela a mi trabajo y otras obligaciones de la vida cotidiana, lo hago con gusto, sabiendo que pongo mi granito de arena, que se junta a otros.

Hemos llegado al final de esta historia que quizá para ti pudiera no resultar tan interesante, pero fue crítico en mi formación como profesionista y como individuo, para hacer lo que estoy haciendo hoy, y lo que seguiré haciendo aún mejor mañana. Si has llegado hasta aquí, permíteme agradecerte por permitirme contarte un poco más sobre mí y este ambicioso proyecto de divulgación científica y educación llamado con todo el sentido que puedo darle: "La Célula de Purkinje".

P.D. Si te lo preguntas, lo único que quedó de Porkinghead fue una página de facebook sin seguidores y el canal de youtube con unas grabaciones de celular de mala calidad de nuestros primeros ensayos. Una lástima, me gustaba mucho "Sky of neurons", la última canción que compusimos, pero nunca la grabamos en su versión con letra, la cual terminé extraviando y olvidando. Ahora solo recuerdo fragmentos cortos que a veces tarareo mientras escribo mis post y preparo las imágenes para publicar en La Célula de Purkinje.

Dato curioso: Las moléculas orgánicas que aparecen en el banner principal de la página, corresponden a las estructuras químicas de neurotransmisores, hormonas y algunos alcaloides que, directa o indirectamente, tienen un impacto relevante para comprender a los Homo sapiens.