
La estatua de Condillac: ¿el cerebro piensa?
Una de las metáforas filosóficas que más penetró en el campo de las Neurociencias, fue la de la estatua de Condillac, la cual describe una estatua de mármol que ha sido dotada de un cerebro completamente funcional, pero no de sentidos.
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Muchos sabios a lo largo de la historia han dejado pensando a la humanidad con sus profundos conocimientos en diferentes campos, generando preguntas que más adelante brindarían muchas respuestas, seguidas de más preguntas.Una de las metáforas filosóficas que más penetró en el campo de las Neurociencias, fue la de la estatua de Condillac, la cual describe una estatua de mármol que ha sido dotada de un cerebro completamente funcional, pero no de sentidos.
Intenta colocarte en el lugar de la estatua, cierra los ojos e imagina cómo sería existir sin poder ver, oír, sentir, oler ni saborear. ¿En qué pensarías sin ninguna manera de experimentar ni conocer tu alrededor?, no podrías. Sería como estar muerto, pero con consciencia. E incluso si intentaras hacerlo, no has aprendido un lenguaje para construir y guiar tus pensamientos. No podrías sentir miedo, ni tampoco alegría, pues no tendrías nada a qué reaccionar. Ni siquiera podrías sentir soledad, pues en lo que a ti respecta, no existe nada afuera de ti.
Súbitamente, comienzas a sentir la capacidad de oler. Puedes interactuar por primera vez con tu entorno a través del olfato, mientras experimentas una gran diversidad de aromas que vienen y van a tu alrededor. Hueles una rosa, pero no sabes como es físicamente ni cómo se siente al tocarla. Solo la conoces por su aroma. Tu realidad estaría limitada únicamente a los olores.Una vez que eres dotado de visión, te das cuenta que existen otros individuos además de ti, no sabes como comunicarte con ellos, ni tampoco si son amigos o enemigos; pero sientes diversas emociones a medida que te observan en silencio y tú los observas a ellos.Conforme vayas recibiendo más sentidos, podrás experimentar mejor tu entorno. Y con cada sensación que experimentes de él, adquieres un nivel de conocimiento que jamás hubieras podido describir de ninguna manera. Estas cualidades subjetivas de nuestros sentidos son denominadas qualias.
Entendemos el mundo acorde a nuestra capacidad para interpretarlo. Una percepción subjetiva de lo que todo lo que nos rodea, eso es nuestra realidad.
Pensándolo de este modo, nos damos cuenta que no es suficiente un cerebro funcional para poder pensar, sino que también necesitamos sentidos para experimentar nuestra propia existencia, mientras interactuamos con nuestro entorno.
Bajo esta reflexión, resulta poco acertado afirmar que el cerebro piensa. Pues, aunque sabemos que es el órgano en el que se llevan a cabo nuestros procesos mentales en forma de corrientes electroquímicas, necesitamos órganos de los sentidos que nos hagan saber lo que hay afuera de nosotros, así como de otros sistemas que le brinden soporte fisiológico, genético y epigenético.
Las sensaciones que percibimos de nuestro entorno a lo largo de nuestra vida, nos evocan emociones que se imprimen mediante cocteles químicos en patrones neuronales denominados engramas, estos consolidan memorias a medida que repetimos experiencias que nos sirven para identificar y buscar solo las gratificantes, evitando las que nos desagradan...Desarrollamos sistemas de símbolos y sonidos para comunicarnos con otros, y lo llamamos lenguaje. De estos, desarrollamos aprendizajes y creencias que ayudan a forjar nuestros pensamientos y razonamientos futuros, que evolucionan con cada cultura.
Aprendemos a interactuar con otros y a seleccionar a quienes nos resultan afines en algún sentido. Desarrollamos afecto por el “nosotros”, al mismo tiempo que la apatía por “ellos”, dejando la indiferencia solo para los ajenos.
Todo esto converge y se interpreta mediante una arquitectura encefálica que durante millones de años se ha moldeado más eficiente y plástica que la de cualquier otro vertebrado, lo que nos ha permitido desarrollar un intelecto que nos dio el poder de construir civilizaciones, así como transformarlas o destruirlas. Una capacidad cognitiva que nos permitió esculpir dioses y demonios a nuestra semejanza, quienes son tan solo un reflejo de nuestras aspiraciones y miedos, que se expresan mediante nuestros mejores y peores comportamientos.Somos mucho más que un cerebro, somos la suma de nuestras sensaciones, moduladas por instintos biológicos que se combinan con el conocimiento proveniente de nuestra educación, memorias y experiencias, rodeados de una cultura que termina de dar forma a nuestras propias creencias.Percibimos el mundo a nuestra medida, y lo interpretamos a nuestra semejanza.
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